Héroes lectores

En la historia de la literatura, numerosos son los libros que contienen, de una manera u otra, a la figura del lector, y recordémoslo, el lector es el vértice fundamental en el cual se ancla la acción de escribir, sirve entonces como recipiente externo de la acción escrituraria, sin la cual, no se puede entender la acción completa de la transmisión de la cultura y del conocimiento. Me refiero al lector en el libro al que va dirigido ese texto. 

Diversos son los libros que tratan sobre la lectura de alguna manera y sus placeres o peligros, desde Pálido fuego, donde Nabokov hace una parodia de un autor excéntrico, que escribe un poema y su propia explicación, la exégesis histórica del poema de un reino lejano y su explicación política, hasta El nombre de la rosa, en donde Umberto Eco narra los peligros de un libro prohibido. Todos los lectores de dicho libro serán castigados.

Cuando la literatura no se consideraba a sí misma literatura, sino solo artesanía monástica, los libros estaban concebidos para los lectores eruditos, no para el vulgo, solo para aquellos que podían interpretar los símbolos que abrían la puerta mágica para atravesar los signos divinos de las Sagradas Escrituras, o la literatura religiosa como los Milagros de Nuestra Señora, dedicado a un único lector recitador que trasladaba lo escrito por un monje, a un grupo de personas analfabetas. Esto sucede en casi toda la literatura medieval, en donde se sabía que la transmisión no era a través de la lectura, sino oral, de recitado y transmisión a las masas. 

Alta tecnología entonces. Se pusieron de moda en la Edad Media los Libros de horas entre la nobleza, e incluso, existen numerosos cuadros en donde se dibuja a la virgen leyendo, como en la Anunciación de Giotto de Bondone, en donde, en la mano de la virgen se puede apreciar ese librito, generalmente, libros artesanales ex professo, ilustrados, e incluían rezos, salmos y diferentes imágenes de referencias bíblicas. La lectura era algo sofisticado.

Madame Bovary es una gran lectora de novelas malas, que la conducen a creerse una realidad que no es tal, disociando lo que vive y lo que sueña que lee, si no es lo mismo. Lectura, recuerdo y sueño están recubiertos de la misma gracia celestial, puesto que modifican la conducta personal tras el arrobamiento del acto en sí: trasponerse a otra realidad, el recuerdo, pasar por el corazón de nuevo, como la memoria del recuerdo, en la que se incluye la lectura.


El Quijote nos vuelve a ofrecer otro personaje lector, no uno cualquiera, sino un lector de naturaleza platónica, cuyos ideales defiende más allá de lo real sensible. La profusa lectura de Quijano fructifica en una toma de acción ante las injusticias que cree que abundan. En este caso, se asocia la figura del lector en los márgenes de la sociedad, no solo porque la lectura estuviese aún reservada a unos pocos, sino porque las conclusiones que saca el protagonista, lo colocan en el límite social, el ocio peligroso, casi en la stultífera navis que va surcando el río de los desterrados. Leer es un acto revolucionario. De ahí la quema de los libros en la primera parte del Quijote, todos esos malos libros que han hecho que Alonso Quijano se volviese loco.

Incluso los dos protagonistas principales saben que son leídos por otros, así lo atestiguan otros personajes que se encuentran con ellos y le dicen a Sancho que han leído sus aventuras en un libro; incluso Cervantes se entera de que ha aparecido otro Quijote apócrifo, el Quijote de Avellaneda, es decir, un libro dentro del libro, una continuación espuria que convierte en realidad una ficción, el bucle infinito, él, sin embargo, cambia los designios de sus personajes.

Lectura dentro de la lectura. Lectores, reflejo de los escritores.

O el propio Hamlet que finge leer un libro mientras trama la estrategia, le responde a Polonio aquello de "palabras, palabras, palabras", finge que lee dentro del teatro, para demostrar la incomunicación humana, antes de volverse loco por el dolor, para descubrir la traición de su tío. Los espectadores dentro de la obra del teatro creando un bucle interminable. 

Unamuno le dice a su personaje Augusto Pérez, en Niebla, que su vida es trama de libro, que no existe, porque no entiende que él es un libro y solo eso, es decir, es un personaje que se rebela a la muerte, que no quiere formar parte de la trama de aniquilación prevista por el escritor, al contrario que don Quijote, que sí se ha leído dentro del libro y sabe que será un símbolo de la fama; Augusto Pérez, no ha leído ningún libro, de ahí el existencialismo de Unamuno: somos personajes en busca del libro que nos contiene, como paradigma de la sociedad moderna donde Dios ha matado al hombre y no a la inversa.


Zarathustra, mensajero del rayo, trasunto de Jesucristo y de Moisés baja de la montaña a revelar a los hombres su sabiduría sagrada, les comunica a todos lo que ha estado meditando en su retiro espiritual. Su filosofía sirvió como revulsivo a una Europa cansada de tanta tecnología, y también como ejemplo nefasto  a ciertas interpretaciones nazis, malos lectores de Nietzsche. Cada episodio acaba con un "Así habló Zarathustra", dando a entender que su palabra es profética, revelada, y que alguien copió lo dicho por él, en este caso, hemos de pensar, acabando con la analogía construida por Nietzsche, que fue el mismo filósofo el que remeda y da vida a un autor y que está trascribiendo sus "evangelios", y los deja por escrito, en un tiempo indeterminado y una latitud tampoco explicitada.

Kafka por su parte, no quería lectores, le pidió a su amigo y lector Max Brod que destruyera todas la cartas y diarios porque no quería que salieran a la luz. De alguna manera Brod construye las obras de Kafka, él es el propio Kafka en la transmisión de sus textos.


La literatura picaresca es un tipo de libro escrito por el propio protagonista y tiene como receptor a un lector determinado que juzgará las acciones del personaje.

Chaucer en sus Cuentos de Canterbury deja cientos de señales para el único lector que va a ofrecer una lectura al vulgo que aún no sabe leer.

Así, el Cantar de mío Cid, también utiliza numerosas referencias de captatio benevoletiae de un público marrullero que tal vez se aburría y alborotaba en la lectura. "Oíd lo que entonces dijo Alvar Fáñez".

El Manuscrito Voynich, es un libro sin lectores, puesto que su gestación allá por el siglo XV aún no se sabe en qué idioma está escrito, tal vez porque esa fuese la intención de tan extraño libro ser una boutade, el primer libro sin lectores:

"se osam ceetosas qopercetos detetiosus opercetios cetocperetus conllodam ollcet ollcetcius ollcetcius qoceretosas e ocilletosus e oter sauter olletosus ollos ollecetosus os e oter un conllcetius sais"



Pessoa tramó una red de escritores que escribieran por él, para ser leído por lectores ficticios, una enorme red de lectores ficticios, que multiplicaban el alma pessoana y una multiplicidad de la recepción de la lectura de dicha obra fragmentada y distribuida entre tantos egos. El poeta es un fingidor incluso para sus propios lectores heterónimos, como afirmó el portugués. 

Nietzsche también escribe contra los poetas: "Creen siempre que la naturaleza misma se ha enamorado de ellos, y que se desliza en sus oídos para susurrarles dulces secretos[...] Hastiado estoy de los poetas, de los viejos y de los nuevos: superficiales me parecen todos,[...] qué sabrán ellos del ardor de los sonidos,[...] su espíritu es en verdad el pavo real de los pavos reales, un mar de soberbia." Observa en realidad que nadie los lee. Que esos sentimientos a nadie importan.

También lo dijo Ezra Pound, un poeta no es capaz de escribir un poema hasta que no ha vivido ciertas "experiencias específicas".

Otro caso es el de Gombrowicz, Ferdydurke, que fue traducido, en busca de lector, en Argentina, donde estuvo recluido sin apenas hablar castellano, ayudado por el cubano Virgilio Piñera en su labor de traductor de los libros del polaco, idioma que tampoco dominaba el cubano, haciendo una nueva obra para un lector de un idioma inexistente.

O Carta de una desconocida de Stephan Zweig, cuya misiva tiene un destinatario muy claro, un hombre del que ha estado enamorada una mujer en secreto durante muchos años,  una mujer que ha estado con él en diferente ocasiones pero él nunca la reconoce. Tiene el apartado de correos de la mujer pero nunca le escribe, a pesar de que ha tenido un hijo con ella. La anulación de la carta, del mensaje y del texto, la anulación de la persona y de la posible lectora.

Más cartas en la literatura con lectores conocidos, Werther y las tribulaciones, correspondencia que acaban en el suicidio. La no correspondencia de la correspondencia del triángulo amoroso de Werther, Lotte y su prometido, Albert.

Como la relación epistolar de Kafka con Felice Bauer. O el lector ausente de los Diarios de Kafka.

El mejor lector de Sócrates fue Platón, que compuso toda su obra en honor al maestro, ya que este no escribió nada, como un Zarathustra de la Hélade.

¿Qué lectores podía tener el Cantar de los cantares? ¿Qué significaba todo ese contenido subversivo de amor a Dios?

Es la Biblia un libro que puede ser leído, pero nunca interpretado, es entonces un libro sin lectores sino acólitos.

Y ¿cuánto tiempo permaneció sin lectores la novela de Irene Nemirovski Suite Francesa? Novela que estuvo encerrada cincuenta años en una vieja maleta de la hija de Nemirovski, por considerarla esta demasiado dolorosa. Una novela nunca sabe cuándo va a ser desvelada.

 Kafka no daba importancia a sus obras. Se sentía parte de una literatura también sin lectores, casi extinta en el Imperio Austro-Húngaro, donde el alemán perdía su fuerza, otrora tan extendido.

O Sostiene Pereira de Tabucchi, el periodista que escribe lo que debe escribir  a lectores  inexistentes, un periodista comprometido con la libertad, a pesar de que sea incómodo y tenga problemas con el régimen de Salazar, que recuerda a aquel otro comienzo de novela: "Yo, señor, no soy malo"... cuyo lector es el juez de Pascual Duarte.

La Crónicas de Yndias, cuyo lector era nada menos que el rey, para saber qué había en aquellos territorios de allende el mar.

O Italo Calvino que centra su narración en dos lectores dentro de la novela que van transfigurando la trama.

El lector como protagonista. 

El protagonista lector.

O qué decir de la obra de Borges en la que varios cuentos son protagonizados por ávidos lectores, de hecho, Jorge de Burgos, en El nombre de la Rosa, y director de la biblioteca medieval es, en realidad un anagrama de Jorge (Luis) Borges, el fiero monje que no quiere que nadie lea el libro perdido y prohibido de Aristóteles en aquella apartada abadía italiana.

Para Borges, que también fue director de la Biblioteca Nacional argentina, considera a la biblioteca, y al lector, como símbolos del mundo y de la vida, leer es vivir, leer es interpretar los signos. Todo lo que he vivido es parte de la vida y te prepara para el normal desarrollo de acontecimientos. El libro, por tanto, es la herramienta entre el lector y su biblioteca, o ente la persona y su vida.

La creación de Tlön depende de una serie de creadores y escritores, de la sociedad secreta Orbis Tertius, que a su vez leen en la apócrifa Enciclopedia Británica, que nos lleva, a su vez, a la también apócrifa Enciclopedia de Tlön, el mundo pues es una paradoja, la negación de la negación es una afirmación, el doblez de la realidad.

"La biblioteca de Babel" incluye todos los libros del mundo de manera matemática, como en la biblioteca, todos los hombres hemos viajado en busca de un libro. El Hombre del Libro debe encontrar la cifra y el compendio perfecto de todos los demás libros.

En "La casa de Asterión" de Borges el minotauro se aburre :Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. Asterión no es como los demás, e incluso piensa, como el filósofo, que nada es comunicable por el arte de la escritura. No comprende su destino solitario y una vez se deja matar. Ya no puede con su vida condenada a la soledad, que es, a su vez, trasunto de la soledad del hombre, esa soledad en la multitud del hombre moderno, especialmente, cuando se sabe que es un ser diferente, no puede ajustarse a la caras de la plebe. Su laberinto, de nuevo, es el mundo. El hombre es ese ser único que se salva por la escritura y su reflejo, la lectura.

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