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Silencio sostenido

Prólogo a Música de hielo, de ManueL Lombardo Duro

Piedra papel libros. 2022.

 

Silencio sostenido es, además del último libro de Lombardo, una muestra de su forma de trabajar, pues se ve la arqueologización de su manera de escribir: una escritura ejercida sin descanso, que además resume una de las formas en que el poeta estructura su obra total: el poema corto, bordeando el aforismo, el verso breve trabajado generalmente por nuestro autor, que, por otra parte, tiene en su haber, otros procedimientos líricos, desde el verso más procaz y desconocido, hasta la sentencia de corte filosófico, el verso humorístico, vertientes todas que no han visto aún la luz en la poética total del jiennense.

Otra forma de proceder de nuestro poeta es confiar al editor los poemas que va a publicar, lo que, en un primer momento, puede dar lugar a confusiones editoriales o repeticiones, por lo que requiere un esmerado trabajo de lectura por parte  del recopilador.

Silencio sostenido procede del trabajo de selección de los editores de Piedra Papel Libros que han seleccionado los poemas facilitados por el autor de las numerosas carpetas lombardianas, en donde amacena su obra, y han escogido estos textos de carácter escueto como fogonazos de luz, que es adonde nos lleva Lombardo en la sombría senda de lo poético en los últimos años, donde la poesía ha empezado a desnaturalizarse debido a una clara monetización de su ejercicio, y donde sus practicantes más inexpertos la ejercen como una actividad inerme o, en el peor de los casos, para que sirva de correlato a su estado de ánimo.

Así, hay tantos Lombardos, como editores de su obra, sin embargo, a lo largo del tiempo, los editores han depurado esa línea, de las variadas tentativas que contiene su lírica, una línea que impacta entre la reflexión, la filosofía, lo escueto, la pulcritud expresiva de su verso, que nos muestran a un Lombardo multiforme y preciso en el uso del lenguaje.

Sin embargo, entrando en la materia de este libro, al igual que es imposible calcular la posición y el momento de una partícula elemental, según el “principio de incertidumbre”, enunciado por el físico W. Heisenberg —a quien dedica un poema en el libro— Lombardo Duro, nos tiene acostumbrados a que su poesía sea siempre otra cosa, o vaya siempre por el camino menos transitado del discurso poético, porque su lírica, nace de la incertidumbre que crea el movimiento de zozobra espiritual, surgido de la cristalización léxica de un misterio rebelándose continuamente, sostenido a lo largo de la obra global de nuestro poeta.

Consciente el autor, a un tiempo, de la doble raíz paradójica del lenguaje y de su expresión artística, y de que la realización poemática es solo una forma arbitraria de poesía, o una manera de elucidar el fracaso interminable en que todo poema se convierte cuando es escrito. 

La expresión poética es contradicción pura en la lírica lombardiana, esa es la base dicotómica de la naturaleza de su escritura y de donde parte todo su discurso lírico, porque según la entiende, no precisa de la palabra, ya que es previa a toda realización artística, y fracasa en el discurso fijo del verso.

Por ello, su correlato natural se expresa desde la preocupación filosófica para canalizar una posibilidad redentora en lo escrito, que supere el convencionalismo estético y le ayude a fijar un texto que nace rebelándose a una realidad de la que ha sido expulsado. Estamos ante un poeta que escribe continuamente, una lírica tentativa que bordea el amplio territorio de lo  inefable, que escribe, irremediablemente, como un mal menor, y solo, para constatar la agrafía  a la que la poesía debería  pertenecer.

De ahí sus preocupaciones por la expresión musical, por la experiencia artística, desde Rothko a Malevitch, (también citado en este volumen), o las experiencias conceptuales de los físicos cuánticos que tratan de explicar una realidad aun no demostrada, que no existe todavía y que es enunciada con palabras del lenguaje cotidiano, y ahí coinciden con el poeta: nombrar lo increado, decir lo indecible, pensar lo infinito es labor del científico más extremado o del poeta visionario.

Así, su obra, se transforma en un discurso desgajado de la preocupación existencial, una variación de notas que repiten, una y otra vez, las posibilidades armónicas ante un mismo misterio, por ello, la elegancia de ciertos neologismos lombardianos: desnacer, trasvivir; o los diferentes adverbios de los que su poesía se vale, para expresar realidades líricas. 

No en vano, su poesía necesita otra verbalización para expresar otra vía poética, ante una manifiesta incapacidad del lenguaje, que, como el místico, lucha contra el idioma, y con la capacidad limitadora de las palabras y su significado, (trampa inherente a todo poeta que ve en el lenguaje su material artístico y su condena), con que el poeta aborda un mundo que, hace tiempo, ha suplantado al real, para enunciarlo y re-crearlo de otra manera; idealismo en el cual el hombre tiene otra función: acabar con él, con los significados, o con las tramas sintácticas de la realidad en las que se basa el poder, y de cuya narrativa se vale, construyendo redes de dominación relacionadas con la enunciación del todo, por ello, la poesía, para Lombardo, contradictoriamente, es una forma de entender el mundo destruyéndolo. El lenguaje es la primera contradicción, la espuma creadora de la letra. Opone su lírica al lenguaje desgastado del capitalismo. A la maquinaria de dominación propagandística, al agitprop cibernético.

Como Shönberg y Stravinsky vinieron para cambiar la música, así, Lombardo cambia la finalidad del poema; el poema para Lombardo no es el espacio simbólico-mimético basado en pautas métricas que tantas veces hemos leído, el texto, es autónomo, trasgresor, disidente ante la realidad, no ajustado a las pautas físicas y emprende el camino de la iluminación interior, del satori: la propia vía de la ascética de Lombardo, la comprensión total a la que aspira el poema, consciente de que es la única crítica y debe ser hecha desde el idioma, nacida desde las cimas del contemptu mundi.

«[…] es preciso subvertir el orden

 de tu vivir más inmediato,

pulverizar el cadáver

que llevas adosado a tu sonrisa.»

Alma barroca que se da en Lombardo y que rechaza la vanitas actual y la extendida desinformación cibernética de nuevo cuño, la disidencia consciente del modelo de la realidad que tiene al hombre como un ser con más derechos como consumidor y ciberproletariado que como ser humano libre.

«No, no se puede inventar

 nada peor

 que esta realidad presente,

esta sociedad monstruosa.»

El posconsumismo liberal en que se ha convertido la realidad, la terminología posibilista utilizada como mantra por los zafios discursos de la biopolítica, someten al individuo a una neoesclavitud edulcorada por falsos sueños de autorrealización, que no coinciden con el ejercicio de una actividad altamente inútil, o inutilizada, por una lógica mercantilista y monetizable.

Ahí se incardina el discurso de la poesía de Lombardo, en la negación consciente de los lenguajes que permiten hegemonizar el control de la sociedad que no se concibe como esclava, sino que es, sin darse cuenta, presa de sus deseos, porque quien enuncia el deseo domina el mundo. Demasiado ocupada en reflejarse en un espejo infinito de un ego pantagruélico.

Habiéndose también acoplado el discurso político a un lenguaje de semificción, donde tiene más importancia el efecto de la palabra que la acción en sí, los lenguajes, tributarios de una realidad alterna, se han falsificado y tratan de persuadir a una población cada vez más conectada con una hiperrealidad, pero incapaz de manejar con soltura una realidad patrocinada por el fracaso de cualquier expectativa, tal es el laberinto de circunvoluciones objetuales, falsos deseos, reclamos cibernéticos que pueblan actualmente nuestras conciencias, y es ahí, precisamente, donde surge el descontento, la decadencia, y por ende, su discurso poético, erigiéndose como una corriente contraria a la realidad, dispuesta a criticarla desde dentro, pero con una dicción que corre en contra de la  mediocridad de los sueños a medio realizar y productos publicitarios en los que debemos querer convertirnos, narcisos proletarios encadenados a nuestro propio reflejo, en una corriente interminable de inmundicia cibernética.

“Para gozar de forma irrefrenable,

 es preciso subvertir el orden

 de tu vivir más inmediato,

 pulverizar el cadáver

 que llevas adosado

 a tu sonrisa”.

Viene de nuevo aquí la estética superracionalista y neoexpresiva de un Lombardo maduro, visceral y tremendamente lúcido que, en forma de aforismo, traduce su descontento vital. Nos advierte de una sociedad cada vez más miserable, dañada en su línea de flotación, el hermoso camino del hundimiento. Anábasis descendente, la consciente paradoja de su obra.

 Un Lombardo que depura de nuevo el discurso y lo esencializa, enemigo de la retórica, transformando la palabra en un espejo que refleja y deslumbra, a un tiempo, desde su condición inefable e inmarcesible.


Joaquín Fabrellas para Música de hielo.

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