ESTA calle traspasada, difunta comitiva,
hace seis siglos, arrastraron sus pies prístinos,
acompañados de feroces seguidores que comían las exequias de la muerte,
en 1937, los junker alemanes bombardean el rastro de la divinidad
siguieron a un hombre que no tenía ojo,
su rabia azul, su ladrido imperativo
destrozan la calle
reduciéndola a cenizas,
seremos el polvo, no polvo enamorado,
las capillas en los búnkeres
solo son ruinas, algunos miembros amputados pueden verse,
nadie dice nada, se recluyen en sus casas con miedo,
mientras recuerdan la divinidad descalza,
hoy me hablan de la muerte
en un discurso bendecido
por la narrativa de la economía del fraude
por la escatología del miedo,
pero nada saben de mi nombre
ni de que hace mucho tiempo estuve con ellos.
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