Un silencio visible. Pez de plata editorial. 2025
Editorial Pez de plata. 2025.
El hombre que nunca existió
Hablé pocas veces con Mariano Antolín Rato, (1943-2025), y siempre por correo o por Messenger; era un tipo educado, preciso, y sin rodeos, si algo no le gustaba, te lo decía. Para el que no lo conozca en este oficio de escribir, es mucho más de lo que parece. En primer lugar, lo digo por ser él mismo un gran escritor con una línea clara en su narrativa, influenciado por todos aquellos autores que tradujo a lo largo de su vida.
Foto de Mariano Antolín Rato
Fuente: El País
Y ese es el segundo tema que quiero abordar: el de su trayectoria laboral, el gran trabajo de traducción que realizó; autores, que, si no hubiera sido por él, no hubiéramos leído, o habríamos leído más tarde, lo cual marcó a toda una generación que, como yo, se encuentran en la mitad del camino de su vida.
Yo leí a Mariano sin saberlo en las palabras de Kerouac, hice En el camino de su mano, y también me pillé una cogorza muy grande con el cónsul en Bajo el volcán, lecturas fundamentales para mí a los veinte años, cuando la literatura más impacta y te conforma como un escritor futuro.
Es más, no sé me ocurre ningún autor que no fuese importante en mi formación sentimental y literaria adonde la insaciable curiosidad de Mariano no hubiese llegado antes y lo deglutiese para los demás. Allá donde miremos, en la literatura francesa, con Baudelaire, o en la influyente poesía de Ezra Pound, que tantos adeptos consiguió en España con su traducción, o la endemoniada novela de William Burroughs, El almuerzo desnudo, traducción que hizo Martín Lendínez, su seudónimo como traductor, al estar Rato en nómina de la editorial Anagrama, novela que, en sí misma, encierra la otra novela de su creación, con un Kerouac/Ginsberg que decidieron reunir todos los papeles dispersos en Tánger y publicarlos, del abuelo de la generación beat, para ponerle un altar a un santón como el politoxicómano de Burroughs, asesino de su mujer en un juego macabro en Ciudad de México, asesinato del que salió impune.
No solo estos y otros muchos autores clásicos, sino también, tradujo a pensadores como Jean-François Lyotard, cuya La condición posmoderna tanto nos ayudó a los jóvenes doctorandos, a entender la fragmentariedad y la decadencia de los relatos tradicionales, en un mundo que se deshacía a marchas forzadas, en un cúmulo de constelaciones conceptuales y nuevas tecnologías.
Por no hablar de la traducción de la obra de Raymond Carver, Bret Easton Ellis o Douglas Coupland, tan señeros en la modernidad narrativa.
Digo esto porque de toda esa amalgama de voces traducidas, hacen nacer en Rato su propia voz narrativa, algo nada fácil cuando has leído lo más importante del siglo XX, y además, lo has ayudado a difundir en la cultura hispánica. Obtener una voz original con esos antecedentes no está al alcance de todos. Sin embargo, su propia vida, azarosa, testigo de La Movida, de esa otra movida alternativa, viajero incansable por Europa y América, completan, sin duda, el caleidoscopio con el que Mariano Antolín Rato miraba la literatura y el ámbito creativo.
No he leído todas sus novelas, sin embargo, me llama la atención un ensayo titulado Introducción al budismo zen, que él mismo practicaba, y que conoció de la mano de ese otro rebelde amigo de la generación beat: Gary Snyder, el poeta místico, ese que practicaba el budismo en las obras de Kerouac como Japhy Rider, amigo de Allen Ginsberg y su novio Peter Orlovsky, y se oponía a toda violencia. Autor, a su vez, de un librito mítico: Anarquismo Zen.
Hay tantas cosas a las que Rato se adelantó que se me hace difícil hacer un resumen corto para este texto.
La editorial Pez de plata, con su incansable Jorge Salvador Galindo al frente, publicó ya Silencio tras el telón del sueño, sobre las desventuras de un grupo de amigos entre Londres y España, donde se podían entrever los tintes autobiográficos de Rato, el consumo de drogas, el sexo, mientras la libertad que llegaba a España con cuentagotas.
Y ahora, este año en que Mariano Antolín Rato nos ha dejado, se decide de nuevo Galindo a publicar la novela póstuma de un autor fundamental para la cultura y la contracultura españolas en tiempos de premios empantanados de mediocridad en cuanto a lo literario se refiere y superventas de plataformas inanes.
No considero además que sea fácil hacerlo, es decir, publicar a un autor desaparecido, ya que siempre se encuentran suspicacias por parte de los lectores, si la novela es tal y como la dejó el escritor, si de verdad quería publicarla, si la repasó finalmente, o si el estado final era el definitivo, cuestiones que zanja sabiamente el editor al principio del libro en un breve prólogo: “Mariano me comunicó, aliviado y feliz, que había puesto fin a su última novela.”
La historia de Un silencio visible aborda el tema de la búsqueda, la persecución del protagonista principal. Duelo al sol, Los bajos fondos, El hombre que nunca existió, son algunos de los referentes que se diseminan por el libro, referentes visuales que aparecen por doquier, dándole un aspecto de libro diseñado sobre los restos visibles de películas, que quedan almacenadas en la memoria del narrador, y que montan la historia total del libro, una narración animadísima, casi cinematográfica, visual, con planos secuencia y ciertos contrapicados que se combinan en el lenguaje de este libro.
Decir más sobre el libro, sería no serle fiel a la intención primera del autor, por tanto, emplazo al lector curioso a que se sumerja en el mundo literario, si no lo ha hecho ya, de Rato, pero si miramos en nuestra memoria el catálogo de lecturas primeras, allí estará Mariano sonriendo desde las palabras traducidas que es también el mundo de la creación desde dentro.
Leamos pues sus palabras en el prólogo: “Lo que empezó siendo un western (aunque nunca dejó de serlo), terminó en otra cosa. Un homenaje al cine clásico, una historia de amor, algo que me reconcilia con mis primeras novelas y que también tienen mucho de las últimas”.
El libro es una delicia en sí, a medio camino entre un homenaje al cine, al western, a la huida, al abandono consciente, al apartamiento que muchos buscan y pocos logran.
Sea por tanto esta novela y esta publicación nuestro más querido homenaje a un autor fundamental de la contracultura española, entre los que se pueden encontrar a Leopoldo María Panero, Ignacio Prat, Eduardo Haro Ibars, la fotógrafa Ouka Lele, el artista gráfico Ceesepe o García Alix, entre otros muchos.
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