[Miran la vida] Y es tan dulce el sabor de la muerte en los jóvenes labios, que saben ahora del brillo en los ojos difuntos, pronuncian sin peso el dolor, y su vida se enfrenta al clamor de la historia, y que solos aprendan la terca lección, que se marcha a la noche tan última; ¡y la vida se empeña otra vez en sacarnos las notas del canto!, si ellos saben que el vuelo del pájaro movimiento robado a la muerte, y por eso pronuncian su nombre en sus jóvenes bocas, predicen el peso continuo, combinan su amor con la música extrema, el telón en el cielo final de esta única historia.
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Mostrando entradas de octubre, 2024
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Hoy, ahí los escuchas, se oye el ruido de tus pasos, porque ya no hay nadie y tú lo sabes, alrededor del muro caído de esta ciudad, hay una canción de piedra escondiendo su ruina, en el borroso límite vagando en la noche que calma a este pueblo, y sin piedad, lo asedia, en sus calles que a la niebla conducen, a la luz de un cielo que deshace colores de techos, palacios y fuentes, con letras de sangre de toro en vanos de casas sin nobleza, avisando del fracaso de escudos con heráldica, esa ausencia infinita que no comprendo. Y aún no he escrito el poema que dije que te escribiría un día, pero te fuiste tan pronto, con ese olor a trigo nuevo de tus manos pequeñas, percibo muy cerca tu imagen tan viva, pero no me devuelve el espejo tu cuerpo, en esta casa donde vivo con un continuo reloj detenido, ...
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Cadáver sentimental Me toca con su mano el abdomen, minuciosamente, con parsimonia. Llega hasta la línea que separa cada uno de mis músculos y se insertan en el hueso. Hunde la mano en un acto indoloro, pero lleno de significativa ansia reproductiva. Caminamos en la transparencia, entramos en un cine de paredes traslúcidas. Ella no quiere ver la película, sino mi boca iluminada en la oscuridad. Solo me mira a mí y me parece normal, mientras yo veo la oscuridad iluminada de la sala, pero no entiendo lo que miro. Alguien que nos conocía nos ha regalado las entradas para una película que no veremos, alguien apostado en una esquina, en un kiosco transparente y que nos estaba esperando para darnos los salvoconductos. Salimos del cine sin albergar una mínima esperanza. Ella se agarra a mi cuello por no caerse. No me duele, pero hace difícil la ascensión; no me di cuenta, pero ella depende ahora de mí para moverse porque no tiene piernas y está encaramada a lo alto de mi ...