EL IMPERIO DE YEGOROV
MANUEL MOYANO
COMPACTOS ANAGRAMA
FINALISTA DEL PREMIO HERRALDE DE NOVELA
Construido hábilmente sobre 32 fragmentos, el lector no descubre hasta pasadas las primeras páginas de la novela, el motivo de la misma, y cree que está leyendo en el diario de un amante despechado.
Moyano descoloca al lector hasta bien entrada la primera parte, puesto que persigue una narración de aventuras, para, más tarde, pasar a lo que parece una narración sentimental de pérdida de la amante y su búsqueda por el mundo, y, por último, ya se instala en la narración detectivesca a través de telegramas, de correos electrónicos que entran a formar parte de la novela.
Sin embargo, El imperio de Yegorov, es más que eso, es una narración desestructurada en torno a la búsqueda de la inmortalidad, casi nada. El Santo Grial de todos los cosméticos. Destroza Moyano también las bases estilísticas del subgénero de la novela negra, puesto que hay un dudoso detective que estructura la narración durante apenas unas páginas. Cada uno de los apartados representa a cada uno de los personajes, de los cuales, se dan también un cumplido índice onomástico al final.
Le va dando voz, al mismo tiempo, a personajes “poco fiables”: un representante de estrellas de cine, médicos cegados por la riqueza, un poeta que parece un mendigo, mendigos que parecen poetas, un músico adicto, la mujer de un médico que está tocada tras la ruptura sentimental con su marido. Personajes poco fiables en una estructura reblandecida por la mano de Moyano para ajustarla a lo que él quiere contar de la historia para desmontarla; no vamos a hablar a estas alturas de desestructuración, porque toda la obra adquiere así un importante aliento irónico, casi satírico, de las novelas de detectives de mitad del siglo XX, o esa parodia, desde el lenguaje, premeditadamente vulgar, de estilos indirectos vertidos por la mano del autor, refagocitados por el discurso que se propone desvirtuar Moyano y que, también, se traduce en representaciones coloquiales de diálogos visuales, como guiño a los guiones de películas basadas en las grandes películas de detectives del Hollywood clásico.
Lenguaje muy expresivo, acciones histriónicas recogidas de esas narraciones de Chandler, o Hammet, personajes vinculados a sus más bajas pasiones y que Moyano, nos trae de nuevo para reformular las bases sobre las que se asentaba dicho género. Como un Cervantes posmoderno, me refiero a la intención paródica de su obra, claro.
Po otra parte, si una de las cosas que sorprenden en esta deliciosa novela es ese lenguaje centrado en la importancia de la acción frente a la reflexión del hombre posmoderno, otro de los logros es la adaptación del tiempo de la misma, que se convierte en un personaje callado. Sin decir yo más para no desvelar nada, la acción transcurre en un arco temporal desde el pasado, los años sesenta, hasta más allá de nuestro año actual, algo muy bien formulado pues estructura la credibilidad de una trama, de por sí, difícil de creer, pero por la cual, el motivo principal, los interesados llegarían a matar.
Y también me recuerda, por el uso de diferentes técnicas narrativas, a esa gran novela de Nabokov, Pálido fuego, quizá una de las mejores novelas de la segunda mitad del siglo XX, en donde un poema, y su estudio crítico, se convierte en una apasionada novela de detectives en torno a la historia de un país inexistente.
Lo digo porque hay una referencia en Yegorov, un deje a la metaficción nabokoviana, el juego literario del que trata en definitiva la buena literatura.
El imperio de Yegorov juega a la propia literatura y sus límites expresivos, al final es el humor el que sobresale, el autor se hace con cada uno de los distintos personajes poniéndoles su voz, todos hablan de la misma manera, no importa que sea un cura español perdido en la frondosidad de Papúa-Nueva Guinea, adonde el autor nos conduce en un primer momento, cuando el lector piensa aún que esta historia va a ser de viajes. (Yo nunca leo los blurb del final ni ninguna sinopsis que pueda entorpecer mis propios prejuicios en la novela, y cuando termino su lectura comparo con lo que han dicho otros más doctos que yo, eso sí es literatura comparada).
Los diálogos y las actuaciones de los personajes están igualados por una voz uniforme, la del autor mismo que construye, confiriéndole a todos un estatus de igualdad dialéctica, para una propuesta mayor, la de cambiar el orden tradicional del relato, que es una de las novedades que nos aguarda en este libro. Y les recuerda que ellos son muñequitos a las órdenes de un autor, cuyo personaje va fluyendo a lo largo de sus páginas.
Se le da más importancia a la estructura externa, la que se puede ver a simple vista solo hojeando la breve novela, porque nos damos cuenta de que ya juega desde el principio a desequilibrar nuestros horizontes de expectativas lectoras.
Yo apunto los libros que leo, tengo esa sucia costumbre, y me gusta hacerlo además en sitios públicos y que la gente me vea, como los ensucio, los marraneo; me gusta ver las caras sorprendidas de los otros, como si el libro fuese un objeto de culto perfecto para ellos. En estas páginas, para después guiarme he apuntado: “Diario”, en la página 17, “epistolar lit.”, página 33, con abreviaturas. “Apunt. Científico”, en la página 37. “Informe detect.”, en la 45; “relato de la mujer despechada ejemplo de discurso poco fiable”, así sabré dónde seguir buscando. Las referencias, como pueden ver, son numerosas, incluso hay apuntadas alguna clave que me solicitaba el teléfono, pero no voy a ponerla aquí.
Ninguna de estas notas sirve después para nada, porque la crítica va por otro lado, y lo apuntado no se corresponde con lo leído, pero en el caso de Moyano, el resultado se supera porque nada es lo que parecía en un primer momento. El humor como uno de los componentes principales del libro, decía, hace no mucho Ferrer Lerín que ya nadie entiende el humor en la actualidad, nos hemos empeñado en sacarlo de nuestras vidas, y la literatura no es ajena a eso. Nos hemos creído ese correlato de efectividad tan decadente del discurso ultra capitalista, en donde el humor, la broma, todo aquello que es inútil o nos puede hacer perder el tiempo, no está prestigiado y se desemboca entonces en libros inaguantables donde no hay una referencia a algo cómico, además, las mentes woke de la actualidad, no permiten que eso suceda en la literatura que debe ser lo más edulcorada posible, para que ninguna minoría se pueda sentir ofendida, y claro, y nadie deje de comprar ese librito, nos quedamos con bodrios políticamente correctos y literariamente muertos. Necesitamos que nos digan que algo está basado en hechos reales, no vayamos a equivocarnos y nos reviente el cerebelo.
“Los propios mekeos consideran a los hamulai poco más que animales, […]la impresión que me causó fue la de ver a un gran simio”, como vemos aquí, las opiniones no son propias de un antropólogo, pero Moyano no se corta en opinar de ese pueblo misterioso de las entrañas de la isla de Papúa.
El lenguaje prestado de las revistas de la prensa amarilla y del corazón sin corazón están por doquier y se enseñorean del territorio reservado a la literatura, al fin y al cabo, la prensa del corazón sin corazón también es un sub-sub-sub-género de algo, de lo que sea, de algo muy malo, pero aquí toma carta de identidad y vale para que la historia continúe:
“Lillian Sinclair nos recibe en su lujosa casa de Beverly Hills. La decoración- estilo zen, pero con un ligero toque étnico- incluye numerosos recuerdos de sus viajes por todo el mundo”[…].
Ese característico mal gusto al redactar de los aficionados al periodismo de más baja estofa y que tiene en los detalles secundarios en centro de su narrativa indiscreta.
Es un elemento alienante y kitsch que usa Moyano a menudo en esta obra.
La crónica de sucesos, tan propia del mal gusto y tan dada a la falacia y al efectismo se ve:
“Ayer, a plena luz del día, tuvo lugar un tiroteo junto al Meridian Hill Park de Washington, […], El primero, que conducía el vehículo, falleció en el acto”.
Todos estos lenguajes están contenidos en esta pequeña novela que incluye asimismo los correos electrónicos como modelo de mensaje actual, lo que aporta veracidad y le quita elegancia literaria, toda vez que no es buscada por el autor.
Por todo ello, se puede ver, así como en las ganas de destrozar la novela negra, y los continuos guiños a la novela de ciencia ficción en la consecución de la búsqueda de una planta, que podría cambiar el mundo para siempre, la actitud paródica de la intención novelesca de Moyano en esta excelente obra.
Tengan cuidado al leerla, puede ser que esta novela no esté basada en hechos reales.
Que pertenezca a esa noble mundo de la invención.
Joaquín Fabrellas
Un episodio métrico en la poesía de Francisco Ferrer Lerín. Un análisis. (“Barbarella” y “Pavana del príncipe alado” en La hora oval . 1971) Joaquín Fabrellas En primer lugar, tenemos que decir que la obra de Ferrer Lerín no sigue las normas de la Poética, sin embargo, cuenta con dos sonetos en su obra, que son: “Barbarella” y “Pavana del príncipe alado”. Ambas composiciones están fechadas en 1964. Por otra parte, se puede hablar de otros dos poemas, escritos a lo largo de la década de los 60, y que se pueden considerar tanteos en la lírica leriniana con las formas métricas tradicionales, como son los casos de “Tres poemas”, aparecido en Edad del insecto , (2016), y, más tarde, en su Poesía reunida ; Edad del insecto es el libro de descartes de todo el material escrito por Lerín en su juventud, que quedó inédito. Y también el poema titulado “Dedicatoria”, en La hora oval, en donde se ensaya un intento de soneto que queda inconcluso con tan solo tres e...
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