Rubaiyat de Azad
Daulati
Segio Franco y Joseluís Martín
Luces de Gálibo: poesía
Málaga / Girona
2021
Desde el comienzo de esta colección de poesía ya se
traslucía la enorme fuerza traductora, la trama apócrifa con la que ambos
poetas tejían el argumento y que los lectores entendían y caían en el tacto
caliente de una verdad lírica, porque eso es esta colección de cuartetas, un
canto continuo, una letanía que nos presenta a un hombre que vivió hace mil
años y que sigue caminando ahora mismo en nuestras palabras, en nuestro mundo,
ya que en lo esencial, el ser humano no ha cambiado.
Y se adivinan ciertas influencias, ¿cómo no? Jayyam, el
maestro, del que ciertas voces apócrifas lo sitúan antes de Daulati, pero este fue su antecedente, (ya que nació antes, alrededor de 1015), pero
también el zoroastrismo y aquel ingente profeta de lo revelado, Zaratustra, y
por él, volvemos al canto, a Nietzsche, a la destrucción, a la desacralización
de todo lo intocable, porque se trata de un Daulati maldito que marca los pasos
perdidos por la tierra hacia su condenación mediante su testamento poético,
transitando el camino, la belleza, el
vino o la pelea, porque a lo que aspira Daulati, es, no lo olvidemos, ser feliz
en un mundo con muchas jaulas antes del vacío.
“Nos ponemos en marcha: ¿sabe alguien
A dónde se dirigen nuestros pasos?[…]”
Porque la vida es camino, es incertidumbre, porque el persa
duda de su fe y cree en lo que se mueve continuamente, en la ignorancia de
todo:
“[…] si es la vida un azar incomprensible,
si al nacer y al morir nos nubla el llanto?”
Duda tanto que también se cuestiona sobre la importancia de
escribir, de escribirse y de esa fatua futilidad de trascender esta inútil
existencia.
“Los mil versos que he escrito en el desierto
se borran como arena entre la arena”[…]
Incluso puede verse la influencia griega a través del reino
partio y que, a través de los sasánidas, tradujo a Heráclito:
“El río no detiene su discurso
y el hombre nunca sacia su deseo”[…]
Solo el vino nos hará libres, como apuntaría más tarde
Baudelaire, en un mundo donde todos los reinos se hacen de palabras y del
brillo falso de la avaricia:
“tu palabra promete el paraíso
pero forjas con ellas solo esclavos.”
La religión solo le vale para denunciar la megalomanía de
los reyes, no ve nada más allá de ella:
“Un dios que necesita tantas casas
es un fatuo o un pobre desahuciado.”
Daulati no contempla dogmas, sino que encarna los valores
del homo viator, es el único pasajero
de la stultífera navis, pregonando su
discurso en las plazas, todo lo demás le sobra, referencia estoica en su modo
de vida que acepta los designios rebelándose ante un destino que no comprende.
La belleza es la única noble salida ante un caos
inabarcable, así:
“[…]resbala del almendro una flor blanca.”
La poesía: “[…] deja sobre el polvo leve rastro.”
Todo esta rebelión manuscrita del persa está traducida en
los hermosos versos endecasílabos tan bien traspuestos en castellano por estos
dos expertos poetas del acento y de la sílaba, como dije, caminando por un
canto marcado, por un patrón cuya imagen fónica es todo belleza, liquida
hermosura en la imaginación auditiva del poema dividido en cien secciones, que
nos desgrana una personalidad única en la lírica universal. Cierta poesía
necesita oyentes más que lectores, como esta.
Joya íntegra este libro compuesto de canto, música, tinta y
dibujo.
“Arde mi corazón y se hace libre.”
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