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Nora

Nora Los habitantes de la gehena reconocidos delicuescentes infernales acuden a la puerta primera del templo catedral mientras Nora miraba embriagada los cuernos retorcidos de diablos pétreos de escoradas miradas retumbando los pies en el centro de la escena apisonados por descalzos dedos largos y sufrientes Nora no sabía delimitar el movimiento y que sin duda procedía del calor del piso incendiado mientras los brazos se retorcían simiescos y lampiños vahídos y déspotas en mínimo espacio apenas dintel de puerta de entrada al edificio catedral oh el suelo ya el suelo representaba la eterna mirada del destino el suelo representaba la libre configuración del destino en los pasos del hombre Nora iba contando las capillas practicadas cada una como un espacio fraccionado al tiempo detenido en los pilares de esta catedral civil nido de grajas insaciables y revolucionarias y alguna que otra tumba abierta y vacía pero la luz la luz entrando oblicua por los ventanales acariciando el suelo los tubos del órgano mayor mientras la música sonaba eterna porque lo único que sonaba era la música acaso reflejo de aquel otro Dios eterno las capillas los instrumentos diseñados en la falsa cúpula abajo el nogal pulido la materia grasa de las manos reclinándose encima del regazo solazándose mientras la música extasiaba los vitrales sonorosos la soledad extasiada los óleos de la mirada cerrando la luz rezando la plegaria intermitente acceder a Dios en lo alto de la cúpula acristalada reflejo del cielo abajo el infierno en las catacumbas de los osarios perfumados de las vísceras emasculadas de la temporalidad evanescente las letras del dolor dejan su huella en el pasamanos y en la sacristía oh la sacristía aún retumban las voces de los poetas muertos y los cristos torcidos que proceden de patrias cercanas al monte Calvario cuánta prodigiosa obra Nora observaba cuántos san Cristóbal junto a árboles milagrosos cuánta corporeidad herida en el pretil de la muerte? Oh Nora tus piernas se abren ante la contemplación en silencio del dolor cuando aquel hombre apesadumbrado y maloliente pasaba con un enorme manojo de llaves sin ningún rumbo definido intentaba abrir las puertas que no daban a ningún lado y que tú esperabas conocer siguiendo las baldosas blanquinegras de la ciudad espectral todavía ajada por un clima inclemente que hacía de sus calles un ropaje un escueto traje para la muerte pero las luces Nora las luces te llevaron al púlpito a flotar sin palabras las enormes baldosas de la luz encapsulada en la cúpula aparte los ojos no sabían demostrar el engaño el óculo se hace mirada oblonga la ascensión los puntos cardinales el diapasón de un relicario que desconoce la voluntad del Dios para quien se ha hecho los muros delgados delicados descifrados y nadie que la habite solo las cúpulas menores y las torres acabadas de piedra indeseable como el deseo de los ojos de la piedra del arco ciego del resplandor y la sombra casi al acabar el día la moneda con la que pasas caminante mendigo de la gehena que sabes que esta noche te vence te acomoda y eras ya tú una sombra de la sonrisa sardónica porque ya te contemplan al pasar bajo la puerta dintel ya no más eres nadie bajo el espectro de este tiempo y este espacio que comienza en ti a enraizarse solo piedra tu humedad es bella entre los instrumentos.

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