Francisco Ferrer Lerín.

 Papur

Ed. Días contados

 (El país jíbaro)

 

Con un desopilante epílogo de Félix de Azúa: “El rey de la Péñola jacetana”, una reseña que hiciera en 2008 por la aparición de Papur en Eclipsados, se cierra este hermoso volumen, reeditado catorce años después por la editorial barcelonesa Días contados, a la que se suma la ponencia “Jornada laboral de un poeta barcelonés”. Esto demuestra además, el creciente interés en la figura subversiva de Ferrer Lerín que vuelve a sorprender a sus lectores con esta muestra descarnada de literatura liminar.

Si bien es cierto que la lírica leriniana posee una serie de marcas propias, también lo es, que las principales líneas argumentales de su poesía, (ese país extraño), se extienden a su narrativa, porque son temas concomitantes, latentes a una y otra parte del país Lerín. Así sucede en Papur, que se divide en cinco partes, si contamos los tres guiones finales, que son fundamentales en la más íntima cosmovisión leriniana. El primer guion es Die rabe, que después sería Níquel y, finalmente, se convertiría en Familias como la mía en su aparición definitiva.

El autor agrupa en torno a una estructura pentagonal, (nada es fortuito en Lerín), desde donde se erige el edificio Papur, a saber: Bibliofilias, que habla del mundo de la admiración libresca. El segundo será Facsímiles, donde se ve el tema de la copia y del original. El tercer lado de esta figura geométrica le corresponde a Series, que precisamente, son serializaciones de eventos o fenómenos, y el cuarto, Varios en donde agrupa lo que no casa en el resto y procede de otros libros ya éditos de Lerín. El resultado del conjunto narrativo recuerda a los centones medievales, tan del gusto del autor. Lo que define a estos escritos, a diferencia de la lírica leriniana, es que tienen una marcada tendencia narrativa, algo que no sucedía en su poesía, que se movía entre los lábiles límites entre un género y otro. Sin embargo, lo que caracteriza su narrativa, desde la novela Familias hasta la muestra recogida en Mansa Chatarra, o la que recoge Besos humanos, es que se agrupan desde diferentes puntos de vista, según los recopiladores y antólogos de su recursiva obra, que tratan de explicar la poliédrica visión de la literatura feroz de Lerín, desde la onirocrisia, desde el punto de vista más eminentemente narrativo, o desde la enunciación de un nuevo y antiguo caso remozado en manos de Lerín.

Papur se puede describir como un experimento. Aquí no hay ningún recopilador externo de la obra de nuestro autor, aquí, es el propio escritor el que recoge y recompone a Lerín lui meme, quizá sea una recopilación de un autor que antologa su propia obra, (¿no es la literatura, en definitiva, una antología de cada uno?), por lo que ha leído de sí mismo, por lo que le han contado y él ha entendido ser. Porque, una de las características centrales de su obra total, es la imperiosa necesidad de desaparecer en lo escrito, no dejar marcas autoriales, como si no dejase un rastro detrás de su composición escritural. Algo que me recuerda a la última escena de Sed de mal, donde no se sabe con exactitud quién es el reflejo del personaje, quién es el autor y quién el protagonista de la película.

No es fácil desentrañar en la narrativa leriniana esas tres focalizaciones: autor, protagonista y personaje.

En ese término, Lerín emprende el camino de búsqueda hacia su propia escritura disruptiva. Se puede asignar el término de literatura anfibia. Literatura en dos territorios, como el anfibio entra y sale del agua: para los peces, es un intruso, para los animales terrestres, es un arribista, a medio camino entre lo vertebrado y lo invertebrado. Así la siempre espejeante literatura leriniana.

Su escritura, a veces, se acerca a la fría taxonomía científica, tan deudora su prosa con esta modalidad objetiva en su narrativa. No obstante, su literatura, rara vez se deja taxonomizar. Simplemente, se puede decir que nace de la palabra, de la precisión etimológica, de un sintagma excepcional, del étimo y su significado, que en las obras de Lerín, discurren desde la olvidada acepción medieval, hasta la reutilización léxica que se puede ver en sus textos, palabras y expresiones como: “cuca de verí”, o “arrendajo”. Aspectos relacionados con el componente fónico del lenguaje, todo un semantema aparentemente sin significado, pero altamente significativo en la nomenclatura literaria de nuestro autor, que ha construido, con el paso del tiempo, un territorio con un lenguaje propio. Le ha otorgado a la literatura la valencia de lo científico, la precisión del lenguaje de las diferentes ciencias en las que su escritura se basa: medicina, odontología, biología, botánica, ornitología o la herpetología. Así las cosas, no pueden más que cristalizar en una literatura necesariamente alterna, diferente. Excepcional.

Hay algo que tiene que ver en Lerín con la mejor literatura, emparentado con Swift en la jibarización de los elementos que participan en su obra. Es la suya, una muestra de literatura adaptada a una circunstancia fragmentaria, a un impulso totalizador que quiere resolver el mundo, no ya explicarlo, con la aquiescencia propia de quien lo ha impugnado y lo reproduce para saber qué es. La intención de su literatura es sustituir el mundo conocido, incluso la labor del escritor se esconde en la letanía que reproduce incesantemente en su narrativa, la música leriniana, aún por ser tratada por parte de la crítica, descubridor de un canto que tiene en la enunciación del significado prístino su marca de agua.

Abre Papur con el elemento hebreo, el Proemio, la precisión de la plegaria, el tono de representación de la realidad que esconde un canto único se trasvasa a la literatura judía, y por ende, al quehacer amanuense de Lerín, artesano de un arte casi en desuso, calígrafo que interpreta su propia partitura. Al fin y al cabo no están sus textos muy alejados de la literatura salmódica y sapiencial del Antiguo Testamento. Procede este texto de un documento del Archivo de Jaca donde se dan cuenta de los habitantes judíos de la localidad en donde habita Lerín:

«El rabí Bonaffos Abanbrom, hijo de Barsalay, ya fallecido; […] Bonaffos Abanbrom, hijo de Sento, ya fallecido; […] Sento Papur y Barnuch Carffari, hijo de Jehuda, ya fallecido; Jehuda Carffari y Sento Alcalá y Jehuda Almonasím, hijo de Azerian, ya fallecido;»

Donde los nombres de los habitantes de la aljama de Jaca, así como la frase final, actúan como leit motiv, tan cercano a la propia literatura hebraica y medieval, casi como un verso inusitado que Lerín encuentra de forma inesperada. El componente cultural hebraico siempre ha estado muy presente en la obra leriniana, heredero, de alguna manera, de la cultura judía, descendiente él mismo de una antigua familia de origen judío, emigrados a Francia en época medieval y vuelta, más adelante, a España en el siglo XVIII, entrando por Bielsa, en Huesca, cerca de donde el autor vive, en Jaca, y donde las comunidades judías crearon en el barrio de Gerundiella, una de las aljamas más importantes del alto Aragón. Esta entrada, que el autor copia directamente y trasvasa en significados y en nuevas implicaciones socio-culturales, está datada el 15 de enero de 1475.

Este primer texto nos da la nota del libro, y particularmente de la serie Bibliofilias, que viene a continuación, donde Lerín rastrea metódicamente en libros antiguos que detalla en los diferentes textos, una serie de 17 Bibliofilias. La primera de ellas tiene como correlato real o apoyatura el volumen V de las Obras escogidas de Metastasio, y es donde se produce una de las influencias más claras del maestro Borges. La utilización de la biblioteca borgiana, así como Lerín nos está construyendo y mostrando la suya particular. El rastro de su labor filológica. De la mezcla espejeante del elemento intrahistórico y la actualización, a modo de revelación, compone la extrañeza de este texto:

“Sé que en el mes de agosto de 1986 alguien leerá por fin esta nota y que en esos días una dolorosa pérdida anegará su alma”.

Muchas de los relatos están basados en pequeñas anécdotas que no forman parte de los grandes relatos de la Historia, son menudeces, inconsistencias, muchos no dudarían en considerarlos pequeños capítulos de la gran narrativa occidental, pero Lerín pasea por un lugar que se comunica mediante la palabra, ese “argumento débil” del que tantas veces se nutre su narrativa. Una literatura aparentemente improvisada, que viene a demostrar que el olvido humano es parte fundamental del ser. Escribir lo que no se ha escrito. Contar lo que a nadie importa. Eso es Papur, que procede de aquel judío olvidado de la aljama de Jaca: Sento Papur. En “Bibliofilias 2”, vuelve a tratar a un personaje histórico Jorge Luis Leclerc, (1707-1788), en cuyo libro, Historia natural, hallado en copia traducida por el escritor ilustrado Don José Clavijo, encuentra el autor una nota al margen :

«Son muchos los animales como los de la estampa que comimos en la misión de San Luis y todos eran llamados Rubios[…]».

Personajes semianónimos, una galería de difuntos y olvidados. Declaraciones extremas, confesiones en el límite, como un forense metódico de los libros,

«yo lo hice yo yo yo yo y yo pero nunca sabrán quién ha sido», reza la inscripción encontrada en un viejo Libro de cantar de misa. En “Bibliofilia 3”.

En la sección Facsímiles nos adelanta Lerín su pasión por la copia, por el intruso, por el otro que parece, pero no es, y acaba pareciéndose mucho, aunque definitivamente el original se pierda, y solo quede lo copiado, como aquel médico aragonés, Juan Valero Tabar, que llegó a fabricar unas figuras para experimentar sobre ellas los remedios a las dolencias del siglo XVI, figuras que causaron estupor en el mundo médico del quinientos europeo.

Figuras de tanta realidad que podían moverse, pues estaban hechas de seda.

O la sección en la que se refiere a esa serie de culto de los 90, Seinfeld, donde unos de sus personajes visita una oficina y se queda a trabajar en ella, tomando las formas asimiladas propias de un oficina cualquiera, hasta que tiene una reunión con el jefe, que le dice que sus resultados no son buenos. Esta copia también puede hacer referencia a las palabras, cómo estas están vivas y también toman actitudes que se disfrazan de diferentes realidades para parecerse a otras en un intento, así le sucede a arrendajo, que pertenece a la familia semántica de imitar, incluso de alquilar, que hace referencia al pájaro Garrulus glandarius, arrendajo.

Se mueve Lerín entre la influencia de De Quincey, entre el humor y lo ridículo, como aquellas muertes y asesinatos que ocurrían entre la grandeza y la torpeza que relataba el británico. Así asistimos a un proceso de miniaturización del fenómeno literario, el autor se convierte en un soldadito de plomo, se hace párvulo y se integra en el ejército, así como Cortázar llegó a convertirse en un axolotl mediante la contemplación del animal en un zoo.

En ese empeño de miniaturizar la literatura, (porque hay un proceso de empequeñecimiento de lo literario que traspasa los límites de lo lírico, aunque se encuentran por doquier, así como una superación de la cuentística tradicional y de lo narrativo en Lerín), encontramos “Hazañas bélicas”, donde el autor nos propone una batalla en miniatura, donde los personajes de plomo, se convierten también en personajes de un relato que hace pequeño el enfrentamiento. Lo que puede parecer un sueño, se convierte así en algo real, y después, en un texto escrito donde se describe la mínima corpulencia de los soldados que combaten hasta altas horas de la noche, en la conciencia semidormida del personaje que los sueña, elemento recursivo, que se va desplegando a partir de un incidente aparentemente banal, nimio. Un reflejo del demiurgo ya visto en Pirandello, en Unamuno o en Borges. “La historia de los dos que soñaron”, “La casa de Asterión”.

[…]«fascinado por la vida propia de los minúsculos individuos, infantes ejemplares, disciplinados donceles. A partir de los soldaditos de plomo una viva inteligencia creaba humanos reducidos aunque solo para ese fin, para la guerra.»

Así el sueño se convierte en realidad, la duermevela en vigilia y el plomo de la tropa, en carne y hueso. Este es el viaje que emprende Lerín en su narrativa, convertir en real lo imaginado. Esto conecta a Lerín con Levrero, en aquel cuento en donde un mechero desmontado se convertía en un aparato enorme, imposible de volver a poner dentro del mecanismo del cual había surgido. Así la literatura, se comporta a veces como ese aparato desmontado que es imposible volver a armar. Ya se puede ver en Facsímiles una introducción a la serialización de su literatura en el relato Museo, donde se escribe lo que posee el Museo de Antropología médico-forense:

«-Colección de cráneos medievales (21 vitrinas). - Sección de Paleopatología. Con 4 vitrinas donde se exponen huesos con lesiones variadas […]. Cráneos pertenecientes a individuos asesinados y algunos a asesinos históricos como Tulisán Mateo Yunga. […]» O la historia sobre el ruido en la cabeza, correlato verídico del autor, que ha confesado en diferentes ocasiones, haber padecido ese ruido en la cabeza que lo hizo convertirse en poeta, tema sobre el que este texto se construye con ligeras variaciones. Lerín, así, se basa en su vivencia para borrar la marca de sí mismo, cambiar el nombre y miniaturizarse en un facsímil de sí mismo.

«Truc Balán Mamarretí tiene, durante la infancia, un ruido en la cabeza. A los siete años, a raíz de una crisis de fe, el ruido muta a sacrílega cantinela, se mantiene así durante tres semanas y de golpe desaparece.»

En “Programa Visitors” se expone un proyecto de antropología futura, en el cual se pueden visitar las casas ajenas, forma artística y mercantil, que sustituye a la vieja costumbre burguesa de “enseñar la casa”. Los visitantes pueden visitar una casa desconocida y los habitantes de la misma seguirán haciendo sus tareas diarias mientras los visitan, en diferentes horarios y en diferentes actividades. Actividad que se verá remunerada por las molestias de las visitas.

«Clientes, turistas en general (extranjeros de otras comunidades autónomas), antropólogos, etnólogos, publicistas, cineastas, gente curiosa, publicistas.»

Todo para ver la copia de una vida auténtica, reflejada en un idealismo burgués que no existe, que se ve adulterado por el pago o por el placer altoburgués de poder enseñar tu hogar a una serie de desconocidos, y ser puesto como modelo a seguir, en una sociedad cada vez más serializada. La ostentación como negocio.

En la sección Series se reproducen tres textos con la apariencia de informe sobre la sobrepoblación animal, a saber: las palomas, donde además se ofrece una memoria de actuaciones sobre su erradicación en una ciudad y los métodos utilizados para ello. (Vemos así las formas exogámicas a lo narrativo que usa Ferrer Lerín en su literatura). Los cadáveres de las palomas sirven como carroña para otras aves de la cadena trófica. El segundo texto trata la sobrepoblación de perros vagabundos y su exterminio metódico en diferentes localidades. el tercero es un informe sobre la vuelta del buitre leonado en la Peña Oroel de la ciudad de Jaca. La contemplación del vuelo de estas aves ocupa buena parte y ciertos textos antológicos de Ferrer Lerín como escritor.

«16:33 horas. 2 ejemplares, también aleteando, procedentes del sur – sierras exteriores del prepirineo - , aún son capaces de llegar al extremo suroeste del macizo rocoso. »

Esta literatura de informe, a medio camino entre el apunte ornitológico, la descripción detallada del entorno, del vuelo de las aves, es una mezcla entre lo científico y lo literario que recuerda a las descripciones de Ramón y Cajal en sus estudios científicos. Y cuyos dibujos podrían ser considerados como piezas del arte abstracto de principios del siglo XX, dentro del arte cinético de Vasarely o de la más pura creación artística.

«18:45 horas. El sol ya no da tampoco en las cumbres. Las paredes de la buitrera han tomado un sombrío color gris. Ha bajado de golpe la temperatura. Parece que el cielo está vacío. Nadie intenta acercarse ya a esta hora. Algunos dormirán a mitad del camino y a la mañana reemprenderán el vuelo para llegar al muladar antes de que se agote la carroña. Me voy. Esta noche en la peña Oroel, dormirán un mínimo de 200 buitres leonados.»

El hecho de que esta muestra de apunte ornítico, se convierte en literatura, es similar a cómo Duchamp convirtió un urinario en arte, por obra y gracia de la descontextualización y la emancipación consciente del objeto artístico. Lerín hace lo propio con este tipo de actuación narrativa.

En la cuarta sección Varios, se introducen una serie de textos donde se explican los orígenes de ciertas palabras que interesan al autor. Explicación semántica y lexicológica, que es otra de las grandes fuentes de información para ciertos textos lerinianos, los diccionarios, las palabras, la actualización semántica, que discurre pareja a ciertos textos aparecidos en los textos poéticos. En este caso se explican las palabras tégula, así como los topónimos con esta palabra y sus derivadas en paremiología; yegua, hipómanes, hipomanía, así como los derivados de cuervo y de las variedades de esta especie: graja, grajilla, chova, urraca.

La quinta parte de este volumen lo formarían los tres guiones con dibujos del autor para ciertos proyectos cinematográficos que no llegaron a realizarse, pero que poseen una enorme fuerza explicativa de proyectos posteriores como hemos apuntado anteriormente.

Die rabe , Proyecto ZX y Se describe una vida extraña.

Los tres  adoptan una forma breve, entre la descripción, la secuencia, una literatura secuenciada, a veces un informe, una descripción de un ambiente que recorre los lugares en los que se va a desarrollar su novela Familias como la mía. Literatura de alto voltaje.

Este volumen, de nuevo, no va a dejar indiferente a nadie. La literatura caníbal de Lerín los aguarda.

 

J. Fabrellas

 

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